sábado, 5 de diciembre de 2009

Invasión


Grande, grande, grande. El concierto de Sabina el jueves, día, según él, de "San Pachi", en Anaita. Sesenta primaveras encima y la ilusión de un chaval que, como siempre, contagió a los presentes. Gente diversa, desde otros sexuagenarios como los tíos Benito y Encarna, hasta un servidor de 23 años pasando por todas las quintas intermedias. Multigeneracional, que se dice ahora.

Algo tendrá este hombre que nos toca por igual a gente tan diversa y diferente. Y no es el movimiento de caderas, aunque todavía hace sus pinitos en el arte del baile, con bastante gracejo, por cierto. Bien, pero ahí estábamos, hablando sobre el concierto del jueves.

Recuerdo salir de trabajar a la carrera, subir a casa en bici mientras caía la del pulpo en forma de lluvia, ducharme, acicalarme y coger un taxi hasta el polideportivo pamplonés. Allí estaban todos sus incondicionales de Oteiza, con quien pude disfrutar del espectáculo. Las dos primeras canciones sentado, el resto, bailando, como procede en un concierto del 'maestro' si todavía puedes mover las piernas.

Tras unas cuantas canciones de pie en la parte más alta de Anaitasuna, nos percatamos de que muchos de los que ocupan asiento en grada saltan con toda impunidad a la cancha. Nadie echa el alto a nadie, así que nos decidimos a seguir sus pasos. Y, con un muchito de cara nos plantamos prácticamente en primera fila, donde saludamos al amigo Zuza y al amigo Fer, con este último había compartido tarde por la redacción del periódico. "Señorita por favor", le repetí una y otra vez en el Diario.

"Fer, queda la de 'señorita por favor'?, le digo. "No, que ya no la toca", me responde. Y al final, fue la última. Con bombo incluído. Señorita, por favor, tráenoslo de vuelta cuando puedas, que igual sigue de flaco, igual de calavera, pero con las mismas ganas por cantar. Gracias Sabina, disfrutamos como enanos.

La foto es del amigo Jesús Garzaron, y la hizo en el concierto del que hablamos

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