miércoles, 4 de julio de 2012

La familia andorracatalamexicanavarra


Xavi, Jordi, servidor, Grau y Enric, al comienzo de la aventura.

“Los días pasan imperceptiblemente, el tiempo es un río que nos desborda sin darnos cuenta, cuando recuerdo ya pasaron meses desde la última vez que me escribiste, y las cosas importantes de diario se pierden en este profundo río, hecho con piedras de olvido”. 

Con estas líneas se despedía en una de sus cartas, publicada  aquí en el blog, mi amigo celayense Daniel Arriaga Guevara, con el que compartí cuatro meses de mi vida en una pequeña casa de León Guanajuato en mi primer viaje a este fascinante país. Hoy, día en el que abandono mi querido México por segunda vez, estas palabras cobran un significado real para mí. Los días pasan y no hay vuelta de hoja, si acaso, recordar con una sonrisa en la cara todo lo vivido. Hace algo más de tres meses que desembarqué en el aeropuerto internacional Benito Juárez del Distrito Federal. “¡Tres meses! No me lo creo. ¡Cómo vuela el tiempo!”, pienso mientras caigo en la cuenta de que en unas horas estaré ahí de nuevo, esta vez para marcharme y poner rumbo a los Sanfermines con escalas obligadas en Amsterdam, Madrid y Oteiza.

Disfrutando de la rica comida mexicana en el mercado de Coyoacán.

Antes de regresar me gustaría hacer un resumen-balance de todo lo vivido en este tiempo. Como siempre, lo mejor de los viajes, al menos para mí para mí, las caras, la gente. Mis jefes y amigos, Jordi y Mau, de los que aprendí un oficio que espero poder desarrollar en mi carrera profesional. Mis compañeros y amigos, Enric y Xavi, diseñadores de los buenos y personas excelentes. La gente de la oficina, Mary ‘la secre’ y Javier ‘el driver’, gente con un corazón tan noble y grande que no sé cómo les cabe en el pecho. Los becarios, Ana, Josema y Alejandro, a los que, según Mau, debía llevar “en chinga”, espero no haberles exprimido demasiado. Me consta que no. Clau, la chica de la limpieza, siempre con buenas palabras y auténtica artífice de que toda mi ropa vuelva de regreso limpia y ordenada. Mi madre siempre te lo agradecerá Clau.

Domingo bicicletero en la Plaza de la Revolución.

Han sido tres meses intensos de trabajo, amistades y tiempo para todo. Hemos currado, mucho, pero también nos hemos divertido, más. La Ciudad de México, este monstruo de no sé ni cuántos millones de habitantes (nadie lo sabe) ha sido descubierta poco a poco por este grupo humano tan fabuloso. El Zócalo, Coyoacán, Reforma, el Auditorio, Polanco, La Roma, Condesa, Las Lomas… ya forman parte de nuestro imaginario colectivo de paisajes, y no será fácil borrarlos de la retina. Los antros, Pasagüero y Rhodesia, donde tan bien lo hemos pasado, tampoco se nos olvidarán. Y por supuesto el King´s, ese pub situado debajo de la oficina y en el que tan buenos ratos hemos pasado y del que han salido más de una idea y más de dos.

Último día, último tequila, con Xavi, Jordi, Enric y Mau.

Me voy feliz por todo lo vivido y con ese puntito de tristeza y nostalgia que da el dejar atrás una experiencia única compartida con gente a la que no podré ni querré olvidar. Si en algún momento no hemos estado a la altura, lo sentimos, pero no queda duda de que hemos dejado todo para cumplir con honradez. Me quedo con las enseñanzas de Jordi y Mau, los fantásticos ratos de rodadas bicicleteras en los domingos con Xavi y Grau, los momentos de buena conversación guitarra en mano con Enric y las risas cómplices con mi padrino ‘El Tocayo’, Mary y Clau. 

De todo a de haber en la viña del Señor. Anticatólicos en el Zócalo. 

Tantas vivencias es imposible resumirlas en unas líneas, pero sí me gustaría terminar con un gran GRACIAS. Gracias a todos por todo. Gracias por hacerme sentir en casa en ese “piso de estudiantes”, que diría Enric. Gracias por tantas enseñanzas. Gracias por tantos buenos ratos. Gracias por la comprensión en los momentos difíciles. Y sobre todo, gracias por ser vosotros mismos y compartir vuestra esencia conmigo. Me llevo lo mejor de cada uno y una vivencia única que queda grabada a fuego en esta persona que vuelve a su casa con la satisfacción del deber cumplido y la alegría de sumar nuevos amigos y experiencias a su recorrido vital. Ojalá nos volvamos a ver pronto y podamos recordar todas las peripecias que vivió esta pequeña gran familia andorracatalamexicanavarra.   

Enric, pese a ser el mayor, mantiene un espíritu joven y divertido digno de envidiar.

Ahora nos queda disfrutar de los nuestros. La familia, los amigos y mi novia Juli me esperan. Tengo muchísimas ganas de reencontrarme con todos. Ya no queda nada. Nos vemos en San Fermín, en Oteiza y en Barcelona. ;)

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