domingo, 13 de septiembre de 2009

El Lucho

El día 24 de diciembre de 2007 dejé de jugar a fútbol. Una mala caída con la moto con posterior atropello de quad dejó mi cuerpo bastante bluff: dos vértebras y tres ligamentos de la rodilla derecha rotos, además de contusiones varias, una pala y algún que otro mal que ya no recuerdo fueron el balance de la caída. Toda una travesía del desierto por delante para una recuperación digna.

El día escogido no pudo ser más adecuado. Con la nochebuena en los talones, no se me ocurrió mejor idea que cenar en el hospital de Estella hasta nochevieja, y de paso chafar la Navidad a la familia, con Román y la mamá a la cabeza (gracias por todo otra vez). Y yo, en vez de pensar en lo mal que estaba, en la suerte que había tenido de que la cosa no pasara a mayores, sufría porque veía que no iba a poder jugar a fútbol en una buena temporada.

Y tanto. De enero a marzo de 2008 con un corsé en la espalda y pinta de Robocop por la vida. Después, operación de la rodilla en mayo en Ubarmin. Otra semanita para reconstruir una lesión importante y poco común. Tuvieron que tirar del banco de huesos y dicen que pusieron los ligamentos de un muerto.

Con los exámenes de junio de 3º de carrera en los talones, tocó estudiar postrado. Pero lo sacamos adelante. Se volvió, pese a que todos los días había que dedicar dos horas a la rehabilitación, a las prácticas a la edición de Tierra Estella del DN. Poco a poco la rodilla fue mejorando, pero no estaba para jugar. Y mis horarios no me permitían entrenar.

Como no podía estar con mis compañeros del Idoya, pensé que una buena opción sería quitarse el mono en la sección de Deportes, donde al menos podría seguir la actualidad del fútbol regional. Pude ver muchos partidos de Tercera y recoger innumerables crónicas de Preferente y Primera Regional. Y, lo más importante, hice amistad con mucha gente a la que sin el accidente quizás ni hubiera conocido.

Ya curado plenamente, quisiera haber comenzado la pretemporada y volver a calzarme la zamarra del Idoya, pero los horarios en esta profesión me han jugado una mala pasada y no me lo permiten. Por eso, el pasado viernes, cuando en mi día de fiesta pude jugar un amistoso entre los equipos A y B, fue algo especialmente bonito para mí. Fue una pachanga, pero yo me volví a sentir futbolista demasiado tiempo después.

Había entrenado, sí. Pero jugar es diferente. Como dice Crivillé: "Son las carreras". Es la competición. La que te sube la adrenalina, te cambia el carácter y saca lo mejor y lo peor de ti. Echaba de menos el fútbol. Pero hoy, 22 meses después del accidente, veo que puedo volver a jugar. Y me gusta. Formar parte de un equipo de fútbol, lo que hice diez meses al año de los 7 a los 21, siempre me encantó. Y pienso volver a hacerlo. El Lucho no se ha ido, y tiene unas ganas locas. Nos vemos en Iturtxipia.

1 comentario:

  1. La vida es una sucesión de buenos y malos momentos y de humanos inteligentes -que ambos términos no son necesariamente coincidentes- es gozar de los primeros y aprender de los segundos. Me da la impresión de que la lección no ha sido en vano. Y si esto es así en el caso de la rodilla, lo mismo puede aplicarse a otros órdenes de la vida. Tienes muchas facultades, además del futbol, y no convendría que las despreciaras. Puedes conseguir casi todo lo que te propongas, incluso en un mundo tan díficil como el periodismo.
    Confiamos en tí.

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